Sobre la Participación Eucarística

Una Declaración de la Asociación Ecuménica Internacional (IEF)

(Aprobada por la Asamblea General en Colonia el 23 de Marzo 2007)

 

I. Pasos hacia la unidad visible de la Iglesia

1. La Asociación Ecuménica Internacional (IEF) se fundó con una visión y misión llenas de fuerza en la “Declaración de Friburgo” (1967): “La Asociación Ecuménica Internacional (IEF) busca servir al movimiento hacia la unidad visible de la Iglesia, según la voluntad expresa de Jesucristo y por los medios que Él quiera: oración, estudio y acción.”

2. Nosotros como miembros de la IEF, con ocasión del 40 aniversario de su fundación, nos sentimos muy agradecidos por estas décadas enriquecedoras y santificadoras de experiencias especiales de unidad en el Espíritu. Paso a paso, la IEF ha ido evolucionando desde el ser un movimiento ecuménico, a ser una hermandad ecuménica en la que todos se reconocen como hermanos y hermanas dentro del Cuerpo de Cristo, que tiene como base un solo bautismo.

3. Desde su concepción, al descubrir y practicar la unidad en Jesucristo, nosotros como cristianos de diferentes denominaciones, nos hemos esforzado por vivir hoy la Iglesia del mañana con alegría, esperanza y amor.

4. En la IEF vivimos esta unidad por medio de los Congresos internacionales anuales, en las reuniones nacionales de las regiones y en pequeños grupos locales, a través de contactos y actividades ecuménicas entre los laicos y el clero, en cooperación con estructuras ecuménicas nacionales y otras organizaciones ecuménicas, particularmente, a través de la oración y el culto común. Todos estos acontecimientos son oportunidades para mostrar el verdadero amor cristiano de unos por otros.

5. La esencia de la IEF es la oración y el culto común, es donde buscamos unirnos a con Dios y entre nosotros y, experimentamos el poder del Espíritu Santo en acciones que sanan y liberan y en la creación de la comunidad.

6. Además de estos aspectos positivos, también compartimos el dolor de que todavía no se haya conseguido la plena comunión de las Iglesias y del culto, porque el pecado humano y las limitaciones de nuestras Iglesias dificultan el poder del Espíritu Santo para convertirnos y transformarnos.

7. Un ecumenismo barato no está hecho para nosotros; tampoco una fe común barata, que no cuesta nada. Al contrario, creemos y vivimos un ecumenismo costoso, donde, - fieles a las palabras de Jesús a su Padre, “que todos sean uno” (Jn 17,21) – nos arriesgamos a presentar retos y a que nos reten.

8. En la oración y el culto común gozamos con la rica diversidad de las otras denominaciones y de la Iglesia en general, en la unidad que ya existe entre nosotros. Pero, precisamente, es a través de esta experiencia como nos damos cuenta de nuestra división, especialmente cuando se nos invita a la Mesa del Señor.

9. La Eucaristía, instituida por el mismo Cristo, es la expresión más poderosa de unidad en el Cuerpo de Cristo, y la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana. Es aquí donde la división se hace más dolorosa porque tenemos que sentir y reconocer el escándalo de una Cristiandad fragmentada y nuestro fracaso para vivir plenamente las palabras de Jesucristo: “Bebed de él todos. Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos” (Mateo 26,28).

10. Por consiguiente, buscar, encontrar y desarrollar soluciones nuevas para superar el escándalo de la división con respecto a la Eucaristía, debe ser una clara prioridad para la misión y visión de la IEF para que así sea un testimonio auténtico como un movimiento hacia la unidad visible de la Iglesia.

II. Recomendaciones espirituales y pastorales sobre la participación Eucarística

A. Recomendaciones espirituales y pastorales

11. Las Iglesias a las que pertenecemos presentan diferentes posiciones respecto a la participación Eucarística, basadas en diferentes principios teológicos (véase 26 – 36). Al tener en consideración estas posturas de las diversas denominaciones, nos damos cuenta de que un modo responsable de acercarse a la participación Eucarística requiere una comprensión clara de la base de nuestra fe, sin dejar de lado las cuestiones del ministerio, de la ordenación, de la estructura episcopal y sinodal, de la de la tradición apostólica y de la sucesión.

12. Teniendo en cuenta todo lo expresado, nuestra recomendación espiritual y pastoral sobre la participación Eucarística es la siguiente: Si alguno acepta la invitación de Jesucristo para participar en una celebración concreta, es principalmente una decisión de conciencia responsable y personal, ateniéndose a las doctrinas y reglas de su propia Iglesia y a las de las otras.

B. La tradición, la comunión y la decisión de conciencia

13. Nosotros nos mantenemos en la tradición y la comunión de nuestras respectivas Iglesias. Somos fieles a sus actuales normas a las que estamos llamados a atenernos, respetar y seguir.

14. Existen entre las principales denominaciones protestantes y anglicanas importantes acuerdos relativos a las celebraciones eucarísticas, con recomendaciones para la inter-comunión y la hospitalidad Eucarística. Estas se hallan abiertas a todos los miembros bautizados que tienen derecho a participar en la Eucaristía en sus propias Iglesias.

15. Estas celebraciones Eucarísticas en los Congresos internacionales, no sólo son expresión de la fe y la liturgia de las diversas Iglesias, sino que también son espejo de la evolución de los dones de unidad, amor, alegría y comunión en el Espíritu Santo.

16. La participación Eucarística siempre requiere una decisión de conciencia personal y responsable, ya que cada uno de nosotros debe seguir la voz de su conciencia. En este caso, nuestra conciencia debe estar bien formada y tener en cuenta las normas y los reglamentos de nuestra propia Iglesia.

17. Se sugiere que en los Congresos internacionales aparte de los oficios eucarísticos de cada denominación se tenga una celebración Eucarística según la liturgia de Lima.

C. Atención espiritual y pastoral

18. Se debe respetar la decisión de conciencia responsable y personal. Además, tras nuestra decisión de conciencia ya seamos laicos o clérigos, se nos debe proporcionar, si lo deseamos, atención espiritual y pastoral y el apoyo de la comunidad.

19. En cualquier caso, se nos pide utilizar nuestra prudencia, discernimiento y sentido de fe para considerar si existe o no, una situación grave espiritual y ecuménica para compartir la Eucaristía. Cuando la decisión de conciencia resuelva seguir la disciplina de nuestra propia Iglesia, nunca se nos debe poner la etiqueta de “no- ecuménicos”. Por otra parte, cuando resuelva seguir la invitación de la hospitalidad Eucarística, nunca se nos debe considerar como menos fieles a nuestra propia Iglesia.

D. Hospitalidad Eucarística

20. Durante los Congresos internacionales de la IEF, en la Eucaristía de la Iglesia Católica romana no existe, como principio, una invitación abierta explícita a los participantes no-católico para recibir la Eucaristía, a no ser, que el obispo local decida de otra manera. Sin embargo, tampoco existe una prohibición expresa; más bien, el permiso se debe practicar basado en las reglas del Directorio Ecuménico (ED 1993). Esta es la práctica que se usa en numerosas diócesis y comunidades católicas romanas.

21. Según el Concilio Vaticano II (1962–1965) existen diversos grados de comunión (parcial) en la Iglesia, entre la total separación de la Iglesia y la plena comunión con la Iglesia. Esto da lugar a la cuestión de si pueden ser posibles, convenientes e incluso necesarias, formas intermedias entre el rechazo de la Eucaristía y la plena comunión Eucarística, en conformidad con los acuerdos sobre la comprensión de la Eucaristía conseguidos en los diálogos de la Iglesia oficial que corresponde al acercamiento ya existente de las Iglesias.

22. La expresión hospitalidad Eucarística conlleva la postura de que, aunque todavía no se ha logrado la comunión plena, se ha obtenido tal grado de acuerdo en la fe que se puede justificar la admisión a la Eucaristía.

23. Cuando el Concilio Vaticano II afirma que “no es lícito considerar la comunicación en las funciones sagradas (comunication in sacris) como un medio que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos”, reconoce que al menos, en ciertas circunstancias se puede usar con prudencia como medio para restablecer la unidad de los cristianos. Incluso, afirma, que “La autoridad episcopal local determine prudentemente el modo concreto de actuar, atendiendo a todas las circunstancias de tiempo, lugar y personas”. (UR8) Por lo tanto, humildemente, quisiéramos que el obispo local católico romano, haga uso de esta prerrogativa para decidir con prudencia si son apropiadas las circunstancias, en la ocasión excepcional de un Congreso de la IEF, para considerar la celebración de la Eucaristía católica romana como medio para restablecer la unidad cristiana, invitando a nuestros hermanos y hermanas de otras Iglesias a la Mesa Eucarística.

III. La responsabilidad profética de la IEF

24. Muchos de nosotros procedemos de familias inter-denominacionales e inter-eclesiásticas que tratan de vivir su vocación conscientemente de forma ecuménica. Compartimos con otras organizaciones ecuménicas un profundo compromiso social y espiritual.

25. Al ser un movimiento ecuménico, la Asociación Ecuménica Internacional IEF tiene una especial responsabilidad profética para recordar, invitar e incluso desafiar a nuestras Iglesias para que trabajen más eficazmente por la unidad visible de la Iglesia y para vivir hoy la Iglesia de mañana, por la fuerza del Espíritu Santo.

IV. Posiciones denominacionales y acuerdos ecuménicos actuales

26. Bajo la guía del Espíritu Santo se han tenido muchos diálogos bilaterales y multilaterales entre las Iglesias y las denominaciones que han resultado, entre otras cosas, un cambio que marca época, de una comunión cerrada a una comunión abierta o parcialmente abierta. Veamos los acontecimientos en las tres ramas principales del cristianismo.

A. La intercomunión y la intercelebración: Iglesias protestantes, anglicanas y viejos católicos

27. Por el Concordato de Leuenberg (1973) se estableció entre las principales denominaciones protestantes (Evangélica – Luterana - Calvinista – Reformada y Unitaria) una hermandad de púlpito y de altar, en la que se superaban y transcendían las separaciones anteriores.

28. Un logro de similar importancia es la Declaración de Meissen (1988) y sobre todo, el Acuerdo de Porvoo (1994) entre algunas Iglesias Anglicanas y Evangélicas. Luteranas.

29. En el campo de la intercomunión ha tenido lugar una apertura, al permitir a los miembros de otras Iglesias, que están bautizados y tienen derecho a participar en la Eucaristía en su propia Iglesia, a tomar parte en la celebración Eucarística de las demás.

30. Junto a esto, ha habido una apertura continua hacia la Comunión Eucarísitca por la intercelebración, al acoger a miembros de otras Iglesias para presidir la celebración Eucarística. Esto ha existido entre los anglicanos y los Viejos católicos desde el acuerdo de Bonn (1931).

31. Se han producido diversos diálogos bilaterales y multilaterales y también documentos entre anglicanos, metodistas, evangélicos- luteranos- calvinistas- reformados y otros, que han desembocado en una apertura gradual a la intercomunión. Han seguido el documento del Consejo Mundial de la Iglesias (WCC) Bautismo, Eucaristía y Ministerio (Lima 1982).

B. El Pan bendito de la Amistad: Iglesias ortodoxas

32. La participación de los no- ortodoxos en la Eucaristía, en principio, no está permitido en la tradición Ortodoxa, porque la Eucaristía, normalmente, implica la completa comunión. Sin embargo, se invita a todos a participar en la Liturgia Divina, y a recibir, al final de la celebración, el Pan bendito de la amistad (antidoron).

C. La comunicación en las funciones sagradas: La Iglesia católica romana

33. La Iglesia católica romana comparte con otras Iglesias la idea básica de que la comunión eucarística requiere la comunión eclasiástica total. Durante el Concilio Vaticano II la Iglesia católico romana se abrió, como no lo había hecho nunca anteriormente, a la comunión con los cristianos de otras Iglesias. En el Decreto de Ecumenismo (Unitatis redintegratio 1994) se despertó el deseo, la esperanza y la perspectiva de la comunión eucarística. Los argumentos del documento son los siguientes:

34. Las personas “que creen en Cristo y recibieron debidamente el bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia católica, aunque no perfecta” (UR 3.)

35. El bautismo, por tanto, constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre todos los que por él se ha regenerado. Sin embargo, el bautismo por sí mismo es sólo un principio y un comienzo, porque todo él, tiende a conseguir la plenitud de la vida en Cristo. Así, pues, el bautismo se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la plena incorporación a la economía de la salvación, tal como Cristo en persona la estableció, y, finalmente, a la íntegra incorporación en la comunión eucarística. (UR 22.)

36. Los principios de UR se han ampliado en el Directorio Ecuménico (1993): “Así pues, el compartir las actividades y recursos espirituales debe reflejar este doble hecho: la comunión real en la vida del Espíritu, ya que existe entre los cristianos y que se expresa en su oración y en el culto litúrgico; el carácter incompleto de esta comunión, por razón de las diferencias de fe y de modos de pensar que son incompatibles con el compartir sin restricción los dones espirituales. La fidelidad a esta realidad compleja hace necesario establecer normas sobre el compartir espiritual, teniendo en cuenta la diversidad de situación eclesial existente entre las Iglesias y Comunidades eclesiales implicadas en ello, de modo que los cristianos aprecien sus riquezas espirituales comunes y se gocen de ellas, pero también se llame su atención sobre la necesidad de superar las separaciones que aún existen. (ED 104.)

  

 

 

Declaración común del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé I

1. Como nuestros venerables predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, que se encontraron aquí en Jerusalén hace cincuenta años, también nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé, hemos querido reunirnos en Tierra Santa, “donde nuestro común Redentor, Cristo nuestro Señor, vivió, enseñó, murió, resucitó y ascendió a los cielos, desde donde envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente” (Comunicado común del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, publicado tras su encuentro del 6 de enero de 1964).

Nuestra reunión –un nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y Constantinopla, fundadas a su vez por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés– es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros. Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

2. Nuestro encuentro fraterno de hoy es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad. Recordamos con profunda gratitud los pasos que el Señor nos ha permitido avanzar.

El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las Iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054.

Este gesto dio paso a un intercambio de visitas entre las respectivas Sedes de Roma y Constantinopla, a una correspondencia continua y, más tarde, a la decisión tomada por el Papa Juan Pablo II y el Patriarca Dimitrios, de feliz memoria, de iniciar un diálogo teológico sobre la verdad entre Católicos y Ortodoxos. A lo largo de estos años, Dios, fuente de toda paz y amor, nos ha enseñado a considerarnos miembros de la misma familia cristiana, bajo un solo Señor y Salvador,

Jesucristo, y a amarnos mutuamente, de modo que podamos confesar nuestra fe en el mismo

Evangelio de Cristo, tal como lo recibimos de los Apóstoles y fue expresado y transmitido hasta nosotros por los Concilios Ecuménicos y los Padres de la Iglesia.

Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno” (Jn 17,21).

3. Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el banquete Eucarístico. En cuanto cristianos, estamos llamados a prepararnos para recibir este don de la comunión eucarística, como nos enseña san Ireneo de Lyon (Adv. haer., IV,18,5: PG 7,1028), mediante la confesión de la única fe, la oración constante, la conversión interior, la vida nueva y el diálogo fraterno. Hasta llegar a esta esperada meta, manifestaremos al mundo el amor de Dios, que nos identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13,35).

4. En este sentido, el diálogo teológico emprendido por la Comisión Mixta Internacional ofrece una aportación fundamental en la búsqueda de la plena comunión entre católicos y ortodoxos.

En los periodos sucesivos de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y del Patriarca Dimitrios, el progreso de nuestros encuentros teológicos ha sido sustancial. Hoy expresamos nuestro sincero aprecio por los logros alcanzados hasta la fecha, así como por los trabajos actuales.

No se trata de un mero ejercicio teórico, sino de un proceder en la verdad y en el amor, que requiere un conocimiento cada vez más profundo de las tradiciones del otro para llegar a comprenderlas y aprender de ellas. Por tanto, afirmamos nuevamente que el diálogo teológico no pretende un mínimo común denominador para alcanzar un acuerdo, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la verdad completa que Cristo ha dado a su Iglesia, una verdad que se comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu santo.

Por eso, afirmamos conjuntamente que nuestra fidelidad al Señor nos exige encuentros fraternos y diálogo sincero. Esta búsqueda común no nos aparta de la verdad; sino que más bien, mediante el intercambio de dones, mediante la guía del Espíritu Santo, nos lleva a la verdad completa (cf. Jn 16,13).

5. Y, mientras nos encontramos aún en camino hacia la plena comunión, tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio a la humanidad, especialmente en la defensa de la dignidad de la persona humana, en cada estadio de su vida, y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo.

Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado.

6. Estamos profundamente convencidos de que el futuro de la familia humana depende también de cómo salvaguardemos –con prudencia y compasión, a la vez que con justicia y rectitud– el don de la creación, que nuestro Creador nos ha confiado. Por eso, constatamos con dolor el ilícito maltrato de nuestro planeta, que constituye un pecado a los ojos de Dios.

Reafirmamos nuestra responsabilidad y obligación de cultivar un espíritu de humildad y moderación de modo que todos puedan sentir la necesidad de respetar y preservar la creación. Juntos, nos comprometemos a crear una mayor conciencia del cuidado de la creación; hacemos un llamamiento a todos los hombres de buena    voluntad a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras, que no sean tanto expresión de codicia cuanto de generosidad para la protección del mundo creado por Dios y el bien de su pueblo.

7. Asimismo, necesitamos urgentemente una efectiva y decidida cooperación de los cristianos para tutelar en todo el mundo el derecho a expresar públicamente la propia fe y a ser tratados con equidad en la promoción de lo que el Cristianismo sigue ofreciendo a la sociedad y a la cultura contemporánea. A este respecto, invitamos a todos los cristianos a promover un auténtico diálogo con el Judaísmo, el Islam y otras tradiciones religiosas. La indiferencia y el desconocimiento mutuo conducen únicamente a la desconfianza y, a veces, desgraciadamente incluso al conflicto.

8. Desde esta santa ciudad de Jerusalén, expresamos nuestra común preocupación profunda por la situación de los cristianos en Medio Oriente y por su derecho a seguir siendo ciudadanos de pleno derecho en sus patrias. Con confianza, dirigimos nuestra oración a Dios omnipotente y misericordioso por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente.

Pedimos especialmente por las Iglesias en Egipto, Siria e Iraq, que han sufrido mucho últimamente. Alentamos a todas las partes, independientemente de sus convicciones religiosas, a seguir trabajando por la reconciliación y por el justo reconocimiento de los derechos de los pueblos. Estamos convencidos de que no son las armas, sino el diálogo, el perdón y la reconciliación, los únicos medios posibles para lograr la paz.

9. En un momento histórico marcado por la violencia, la indiferencia y el egoísmo, muchos hombres y mujeres se sienten perdidos. Mediante nuestro testimonio común de la Buena Nueva del Evangelio, podemos ayudar a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir el camino que lleva a la verdad, a la justicia y a la paz. Unidos en nuestras intenciones y recordando el ejemplo del Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, de hace 50 años, pedimos que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias, por el bien de toda la humanidad y de las futuras generaciones.

10. Al emprender esta peregrinación en común al lugar donde nuestro único Señor Jesucristo fue crucificado, sepultado y resucitado, encomendamos humildemente a la intercesión de la Santísima siempre Virgen María los pasos sucesivos en el camino hacia la plena unidad, confiando a la entera familia humana al amor infinito de Dios.

“El Señor ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz” (Nm 6,25-26)

Jerusalén, 25 de mayo de 2014

 

Urgente llamada de la IEF
para las elecciones europeas del 25 de mayo 2014

La Comunidad Ecuménica Internacional IEF, que está representada en 10 países europeos a través de los grupos regionales, en su Asamblea General en Colonia (21 de mayo a 25 de 2014), hace un llamado urgente a sus miembros y a los cristianos en sus respectivos países, a que participen en las elecciones europeas de este próximo domingo 25 de mayo.

" Hacemos un llamado urgente a nuestros miembros y todos los cristianos en sus respectivos entornos para que el próximo domingo 25 de mayo, ejerzan su derecho al voto y de esta forma enviar un mensaje claro contra el creciente euroescepticismo y el neo- nacionalismo en los países.

2014 es un año especial en lo conmemorativo. Hace 100 años tuvimos la primera guerra mundial, Europa y el mundo caía en una "Catástrofe Seminal del siglo" y el inicio de la catástrofe europea hasta llegar a la segunda Guerra Mundial , instigado por Adolfo Hitler, con la consecuencia de la división duradera de Europa durante la Guerra Fría. Parece casi milagroso que en el mismo siglo XX llegó a ser posible algo así como la curación de la profunda herida de esta historia, debido a los intensos esfuerzos para reconciliar los antiguos enemigos en un nuevo orden de paz y unificación de la Unión Europea. También la IEF , que fue fundada en 1967 después del Concilio Vaticano II, sale a la búsqueda de la unificación de las iglesias y denominaciones separadas y es parte de este proceso de " curación de las heridas en la historia " tema del IEF del año en curso .

Pero esta curación no está es de ninguna manera acabada. Por el contrario, nunca antes el proyecto europeo fue tan debatido, por no decir en peligro de extinción, como en la actual crisis europea con su miseria económico-política y su alta tasa de desempleo en la mayoría de sus Estados miembros. Y es particularmente tensa en vista de los conflictos en Ucrania y la amenaza de la reaparición de la Guerra Fría. Aquí el proceso y el trabajo de unificación y reconciliación de la historia herida apenas ha comenzado.

Insistentemente les recordamos que las raíces de la Unión Europea se basan en los valores cristianos. Los valores de solidaridad, responsabilidad y dignidad humana deben ser defendida, junto con las implicaciones sobre las posiciones culturales, científicas, sociales y económicas de nuestros países. [Conferencia de iglesias europeas, Charta Oecumenica o 7 y 8]

Por lo tanto, hacemos una vez más el llamamiento urgente: Ir a votar el próximo domingo!; Quien no vota esta en manos de los escépticos y oponentes de Europa en el próximo Parlamento Europeo. Además recordamos a los cristianos en sus regiones y países los compromisos contraídos bajo la guía de la Carta Ecuménica, tales como: "

Nos comprometemos a oponernos a toda forma de nacionalismo, doctrina que lleva a la opresión de otros pueblos y de las minorías nacionales, con vistas a soluciones no violentas. La reconciliación implica la promoción de la justicia social dentro y entre todos los pueblos, especialmente las diferencias entre ricos y pobres, y superar el desempleo. Juntos queremos ayudar a asegurar que los inmigrantes , los refugiados y los solicitantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa " . (No 8 Carta Ecuménica)

Colonia, St.Pantaleon , 22 de mayo 2014

IEF International